Leticia Jaramillo, coordinadora del Área de Desarrollo de Global Humanitaria, ha reclamado que los estados y las organizaciones internacionales dejen de poner parches en la lucha contra el trabajo infantil y afronten con decisión el combate contra la pobreza.
Jaramillo efectuó estas declaraciones en el transcurso de unas jornadas sobre el trabajo infantil en Latinoamérica organizadas por Global Humanitaria durante las últimas tres semanas en Casa Amèrica Catalunya, en Barcelona. En las jornadas participaron representantes de ONGs y plataformas cívicas de inmigrantes latinoamericanos.
La falta de control sobre la explotación de los recursos del país y la quiebra de empresas locales durante los años 90 a causa de la globalización de la economía son factores que han empobrecido a millones de familias en Latinoamérica y las han obligado a incorporar a sus hijos como mano de obra para mantener el nivel de ingreso, explicaron varios de los expertos que participaron en las jornadas.
Frente a la realidad de la pobreza, los intentos de regular una edad mínima para el trabajo o discriminar unas formas peores y otras mejores se desvanecen, reconoció Jaramillo, que criticó a la Organización Internacional del Trabajo por legislar sobre las condiciones del trabajo y no sobre su misma existencia.
No puede hablarse de lucha efectiva contra el trabajo infantil si los Gobiernos y las organizaciones internacionales no toman medidas para combatir los mecanismos que originan y perpetúan la pobreza, según reconocieron todos los expertos que participaron en las jornadas.
Prioridad del derecho a la Educación para todos
La falta de recursos de los países en vías de desarrollo y la pobre calidad de la educación pública son dos de los factores que impiden el despegue de las economías locales y perpetúan la necesidad del trabajo de los niños, según recopilaron los ponentes que intervinieron en el ciclo de debates.
Existe un vínculo claro entre el trabajo infantil y la deserción escolar. En Guatemala, de cada 100 niños que trabajan y estudian, 40 abandonan los estudios antes de acabar la primaria. En el caso de la secundaria, sólo logran compatibilizar estudios y trabajo en el 3% de los casos. Con qué ánimos va a poder concentrarse y estudiar un niño que acaba su jornada laboral de 7 o más horas? se preguntó Jaramillo.
Las tasas de matriculación o la exigencia de un uniforme escolar son, en muchos casos, obstáculos infranqueables para familias con pocos recursos. A menudo, también, estas familias ven la escuela como algo muy alejado de su realidad y necesidades, como expuso la guatemalteca Silvia Villacorta: Los calendarios académicos deben ser más flexibles, y poder adaptarse a los ciclos agrícolas y la enseñanza debe hacerse en el idioma de las comunidades, reclamó.
Algunas de las acciones propuestas por los expertos para enfrentarse al trabajo infantil incluyeron el control, por parte de los Gobiernos, de los recursos naturales del país, el apoyo presupuestario a la educación pública frente a un modelo dominado por la oferta privada y una apuesta decidida por la alfabetización de las madres como vía para apoyar la importancia de la educación en las familias
Aumento del trabajo infantil en Bolivia, Perú y Guatemala
Pese a que la Organización Internacional del Trabajo ha estimado que en la región de América Latina el trabajo infantil ha disminuido más de un 65% en el período 2000-2004, los ponentes aportaron cifras contrarias a esta realidad en los casos de Bolivia, Guatemala y Perú
En Guatemala, la mayor parte del trabajo infantil se concentra en el sector agrícola, una de las actividades más importantes del país, con importantes peligros para la salud de los niños asociados a los plaguicidas y al uso de herramientas de corte. La industria de elaboración de pirotecnia, clandestina y familiar, es otra de las industrias peligrosas en las que se ven obligados a trabajar los niños. Durante el año 2006 fallecieron 9 personas en accidentes relacionados con esta industria.
En Bolivia, el trabajo infantil afecta a cerca de 800.000 niños, casi el 10 % de la población del país, y asciende a más del 34% en la franja de los 10-14 años. El país, de una gran riqueza mineral y de hidrocarburos, es un corredor de mercancías y receptor de inversión extranjera, pero apenas retiene nada de su riqueza natural.
En Perú, como en otros países en desarrollo, ha aumentado el porcentaje de niños que trabaja, sobre todo desde los años 90. Entonces trabajaban 400 mil niños, mientras que en el año 2001 la cifra llegaba a los dos millones, el 34% de los niños de entre 6 y 14 años.
El peruano Ernesto Carrión, presidente de la plataforma Nuevos Colectivos, recordó a los gobiernos su responsabilidad en asignar prioridades en un caso, el de Perú, en el que el presupuesto dedicado a Defensa es el doble de lo que suman los presupuestos de Salud y Educación juntos. ¿De quién nos tenemos que defender, se preguntó irónicamente.
Niños invisibles
En la gran mayoría de los casos, los niños obligados a trabajar lo hacen en la economía sumergida. Ningún contrato puede regular su edad mínima, su horario de trabajo ni sus condiciones, no cuentan con protección sindical, al entrar en el trabajo no tienen ningún tipo de derechos, son invisibles para el Estado, constató Mónica Vargas, del Observatori del Deute Extern.
El ejemplo de la utilización de mano de obra infantil en la explotación de minas de oro y estaño en Bolivia ilustra esta realidad, según expuso Mónica Vargas: Los niños son los trabajadores idóneos para trabajar en las minas porque su tamaño les permite acceder a profundos socavones, sus sueldos son irrisorios y no demandan ningún tipo de seguridad social ni laboral.
























