
Halting land degradation in Niger helps to tackle African desertification
18 July 2013, Kouloumboutey, Niger – When village people and local authorities in southern Niger won back over one hundred hectares of degraded land, they added one extra piece to a mosaic being laid across the Sahel and the Sahara aimed at tackling desertification and land degradation.
Ibrahim Dan Ladi, a 47-year-old farmer from southern Niger, remembers that his village of Kouloumboutey used to be surrounded by thick forest.
The trees protected the villagers against the wind, and their leaves and undergrowth provided good fodder for the animals.
But the trees started to disappear with El Bouhari, the great famine of 1984-1985, which was caused by drought.
“Overgrazing and excessive felling did the rest to transform a forest into an area of barren land,” says commander Sidi Sani of Niger’s service for the environment and the fight against desertification.
Without the protection of trees and grasses, soil easily becomes a “glacis” – a thin cover of arable land at the mercy of wind and rain.
Working together
But land degradation can be stopped and precious soil be restored as the example of Kouloumboutey shows. Since last year, the community and Sidi Sani’s service have joined forces to put an end to land degradation around their village.
Together, they identified the areas to be restored, as well as the vegetation to be planted, so there would be trees and herbage, where the animals can feed themselves.
The villagers constructed bench terraces to stop water from running off and planted grass and trees to prevent the wind from carrying soil particles away.
Science-based
Initiatives like these are crucial across the Sahel and the Sahara, where the lives and livelihoods of millions of rural people are challenged by desertification and land degradation.
To reverse these trends, African Heads of State and Government endorsed a pan-African initiative called the Great Green Wall for the Sahara and the Sahel Initiative in 2007. It has mobilised more than twenty countries, international organizations, research institutes, civil society and grassroots organizations.
From an initial idea of erecting a line of trees from east to west through the African desert, the vision for a Great Green African Wall has evolved into a more science-based and integrated approach: a mosaic of interventions adapted to local ecosystems and tailored to the needs of communities.
Action
Since 2010, FAO in collaboration with the European Union (EU) and the Global Mechanism of the UN’s Convention to Combat Desertification (UNCDD), has been supporting the African Union Commission (AUC) and partner countries to promote and further develop the initiative.
For example, action plans are in place in Burkina Faso, Chad, Djibouti, Eritrea, Ethiopia, the Gambia, Mali, Niger, Nigeria and Senegal, while those of Algeria, Egypt, Mauritania and Sudan are in the making.
On the ground, results are being achieved. In Senegal, the planting of 11 million trees contributed to the restoration of 27 000 hectares of degraded land, while multi-purpose gardens – orchard, kitchen garden and pasture in one – enabled women to increase their income and produce food for their families at the same time.
Dune fixation is being successfully rolled out in Mauritania. Mali, Burkina Faso and Niger work together with Royal Botanic Gardens of Kew on the production of the most suitable trees, shrubs and herbs to turn degraded land into productive areas.
But to make the vision of a Great Green Wall a reality, huge challenges remain in terms of political commitment, funding, capacity development, as well as the buy-in of the local population.
Back to life
“If we want to win this battle, we need to work with the local population, ” says Sidi Sani in Kouloumboutey.
In one year, a total of 115 hectares of glacis has been restored.
“We can see the forest coming back,” says Ibrahim Dan Ladi, adding: “Something that was dead has come to life again.”
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Construyendo la muralla verde de África pieza a pieza
Parar la degradación de tierras en Níger contribuye a la lucha contra la desertificación en África
Kouloumboutey, 18 de julio de 2013 – Cuando los aldeanos y las autoridades locales en el sur de Níger recuperaron cien hectáreas de tierras degradadas, estaban añadiendo una pieza más a un mosaico que se extiende por el Sahel y el Sahara destinado a hacer frente a la desertificación y la degradación de la tierra.
Ibrahim Dan Ladi, campesino de 47 años de edad del Níger meridional, recuerda que su aldea solía estar rodeada de un denso bosque.
Los árboles protegían el pueblo contra el viento. Y sus hojas y la maleza eran un buen forraje para los animales.
Pero los árboles comenzaron a desaparecer a partir del Buhari, la gran hambruna de 1984-1985 provocada por la sequía.
“El sobrepastoreo y la tala excesiva hicieron el resto para transformar el bosque en un área de tierra estéril,” señala el comandante Sidi Sani del Servicio para el medio ambiente y la lucha contra la desertificación de Níger.
Sin la protección de los árboles y la hierba, el suelo se convierte fácilmente en un glacis (suelo arcillo-arenoso degradado, ndr) y su capa fina de tierra cultivable queda a merced del viento y la lluvia.
Trabajar juntos
Pero es posible parar la degradación de tierras, y el suelo puede ser recuperado, como lo demuestra el ejemplo de Kouloumboutey. Desde el año pasado, la comunidad y el servicio del medio ambiente han unido sus fuerzas para poner fin a la degradación del suelo alrededor de la aldea.
Juntos identificaron las áreas que debían ser restauradas, así como la vegetación a plantar, de forma que hubiera árboles y pastos donde los animales pudieran encontrar alimento.
Los aldeanos han construido bancales para evitar que el agua se pierda, y han plantado hierba y árboles para evitar que el viento se llevara las partículas de tierra.
Enfoque científico
Iniciativas como ésta son cruciales por la región del Sahel y el Sahara, donde la vida y el sustento de millones de personas están amenazados por la desertificación y la degradación de las tierras.
Para revertir estas tendencias, Jefes de Estado y de Gobierno africanos avalaron en 2007 un proyecto panafricano denominado iniciativa de la Gran Muralla Verde del Sahara y el Sahel, movilizando a más de veinte países, organizaciones internacionales, institutos de investigación, la sociedad civil y organizaciones de base.
A partir de la idea inicial de construir una barrera de árboles de este a oeste a través del desierto africano, la iniciativa de una Gran Muralla Verde africana ha evolucionada hacia un enfoque más científico e integrado, el de un mosaico de intervenciones adaptadas a los ecosistemas locales y las necesidades de la comunidades.
Acción
Desde 2010, la FAO en colaboración con la Unión Europea (UE) y el Mecanismo Mundial de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), ha estado apoyando a la Comisión de la Unión Africana (AUC) y a los países socios para promover y desarrollar más la iniciativa.
Por ejemplo, hay planes de acción en marcha en Burkina Faso, Chad, Djibouti, Eritrea, Etiopía, Gambia, Malí, Níger, Nigeria y Senegal, mientras que los de Argelia, Egipto, Mauritania y Sudán están en fase de elaboración.
Y en el terreno, se está teniendo éxito. En Senegal han sido plantados 11 millones de árboles, recuperando 27 000 hectáreas de tierra degradada, mientras que los jardines polivalentes – a la vez huerto, vergel y prado – permitieron a las mujeres incrementar sus ingresos y producir alimentos para sus familias al mismo tiempo.
La fijación de dunas se está ejecutando con éxito en Mauritania. Y en Mali, Burkina Faso y Níger se colabora con Royal Botanic Gardens of Kew en la producción de los árboles, arbustos y malezas más eficaces para transformar las tierras degradadas en áreas productivas.
Sin embargo, para realizar la visión de la Grande Muralla Verde, quedan grandes desafíos en cuanto al compromiso político, la financiación, la capacitación, así como el apoyo de las comunidades locales.
Volver a vivir
«Si queremos ganar esta batalla, hay que trabajar codo con codo con la población local,» asegura Sidi Sani en Kouloumboutey.
En un año, se han restaurado un total de 115 hectáreas de glacis.
«Podemos ver cómo regresa el bosque», asegura Ibrahim Dan Ladi, y añade: «Algo que estaba muerto ha vuelto a la vida».