
De los 1.400 millones de personas que padecen pobreza extrema en el mundo, esto es, que viven con menos de 1,25 dólares al día, se estima que el 70% vive en zonas rurales y la mayoría depende de forma parcial o completa de la agricultura.1 Abordar, por tanto, el tema de la agricultura familiar, es crucial para seguir en la lucha contra el hambre.
Reconociendo la imprescindible función que la pe- queña agricultura desempeña para acabar con el ham- bre, recogemos en este “Informe A Fondo” algunas cuestiones clave que surgen al hilo de la celebración del Año Internacional de la Agricultura Familiar, promovido por el Foro Rural Mundial, y respaldado por más de 360 organizaciones civiles y campesinas de todo el mundo y por la Asamblea General de la ONU.
Este año debe ser una oportunidad para crecer en el compromiso mundial por el desarrollo, prestando es- pecial atención a los pequeños agricultores, de quienes depende la alimentación de gran parte del mundo. Es necesario mejorar sus medios de vida y sus condiciones sociales para garantizar su seguridad alimentaria, la lucha contra la pobreza y el desarrollo socioeconómico de este sector de la población mundial.
Pero, además, no queremos dejar de preguntarnos: ¿qué oportunidades ofrece la agricultura familiar para construir un mundo más fraterno?
Este informe pone de manifiesto que la defensa de las pequeñas producciones produce un beneficio social que sobrepasa la inmediata necesidad de alimentación, y que desemboca en el fortalecimiento comunitario, contribuyendo, de este modo, a un desarrollo marcado por las relaciones de solidaridad. La agricultura a pe- queña escala no solo responde a la necesidad básica de alimentación, sino que exige de las personas que en ella participan el diálogo, el respeto mutuo y un trabajo con- junto basado en relaciones de justicia y solidaridad.
¿QUÉ SE ENTIENDE POR AGRICULTURA FAMILIAR?
La agricultura familiar comprende las pequeñas ex- plotaciones agrícolas, ganaderas y pesqueras que se mantienen con mano de obra de la familia y que producen alimentos para su sustento, y, en ocasiones, exce- dentes que pueden comercializar. Esto significa que, en la medida en que hay producción familiar, hay un grupo de personas, generalmente numeroso, que puede ali- mentarse y, juntos, generar ingresos.
Se estima que el 43% de la población mundial activa trabaja en el sector agrícola. Este porcentaje aumenta en los países en desarrollo y sabemos que una parte considerable de la producción mundial de alimentos de- pende de este sector, Además, los pequeños producto- res suelen depender exclusivamente de lo que produ- cen para alimentarse, porque no tienen otra fuente de ingresos, por lo que viven en permanente situación de inseguridad y son muy vulnerables a las crisis. Por eso, una de las medidas para luchar contra el hambre y la po- breza es la defensa de la agricultura familiar.
Datos que nos ayudan a saber más sobre la agricultura familiar.
– La mayoría de los millones de hambrientos del mundo dependen de un pedazo de tierra para subsistir.
– Más del 70% de las personas que padecen inseguridad alimentaria son pequeños agricultores con dificultades para acceder a los recursos naturales.
– Tres cuartas partes de los hambrientos viven en zonas rurales, principalmente en África y Asia que, al depender de la agricultura para alimentarse, son muy vulnerables
FACTORES CLAVE PARA LA AGRICULTURA
La agricultura familiar es decisiva en un mundo en el que, dado el crecimiento demográfico, se prevé un aumento considerable de la demanda de alimentos. En líneas generales, y sin intención de jerarquizarlos, los siguientes factores son clave para el éxito del desarrollo de la agricultura familiar:
Las condiciones medioambientales y del terreno.
La seguridad alimentaria de las familias más pobres depende directamente de la salud de los ecosistemas y de su productividad. De ahí que sea necesario fomentar el mantenimiento de una agricultura productiva que op- timice el uso de los recursos locales, reduciendo las con- secuencias negativas de los cultivos intensivos.
Dada la relación que existe entre muchos fenómenos climatológicos, la pobreza y la agricultura, es necesario recuperar su función social, económica y ecológica, por- que la agricultura es un sector especialmente afectado por fenómenos que se suceden a una velocidad de vér- tigo, como la desertización, la degradación del suelo, la sequía, las inundaciones, la escasez de agua, etc.
Muchos de estos fenómenos aceleran la degrada- ción de los suelos y de los recursos hídricos, cada vez más escasos. De hecho, en los últimos 40 años se ha abandonado un tercio de las tierras cultivables, erosio- nadas o degradadas. Y, a su vez, la escasez de tierra y agua atrae a los especuladores y fomenta el acapara- miento de tierras.
El acceso a la tierra, a los recursos naturales, y a los mercados.
Para poder ayudar a los pequeños agricultores es ne- cesario que las familias puedan adquirir las tierras o cul- tivarlas y disponer de los recursos naturales necesarios.
Además, para poder garantizar su futuro, la agricul- tura familiar tiene que ser económicamente rentable, es decir, los agricultores deben obtener unos ingresos razonables por el producto de su explotación.
Debemos insistir en que la falta de titularidad de la tierra y la dificultad para acceder a los recursos natura- les son dos de las causas estructurales del hambre y de la pobreza. En esta situación es muy necesario que los gobiernos protejan los derechos de los pequeños pro- ductores sobre sus recursos.
La voluntad política de financiar sus costes en cuanto sea posible.
Es necesario que se incrementen las inversiones en el sector, y se fomente la investigación y la formación de estos pequeños agricultores. La situación debe me- jorar facilitando financiación, tierras y asistencia técnica a las familias campesinas.
Asimismo, se deben adoptar las medidas necesarias para la creación de organizaciones de productores, co- mo las cooperativas agrarias, que permitan a los peque- ños agricultores unir sus fuerzas para comercializar los productos, conseguir mejores precios y, en definitiva, poder competir en unos mercados impredecibles, que contribuyen a generar condiciones aún más precarias.
En este sentido, una medida que ayudaría a aumen- tar la producción de alimentos en los países en desarro- llo es invertir en las pequeñas explotaciones. Y, posible- mente, es la mejor manera de reducir su vulnerabilidad ante las fluctuaciones de los precios en los mercados internacionales.
La legislación vigente sobre la materia. Las decisiones políticas.
La situación actual demanda una reflexión serena sobre las normas que pueden ayudar a combatir la in- seguridad alimentaria y a lograr el pleno ejercicio del de- recho a la alimentación, reconocido por la legislación in- ternacional, y que obliga a garantizar la disponibilidad de los alimentos.
Para producir sus propios alimentos, la persona ne- cesita unos ingresos suficientes que le permitan adquirir tierra, semillas, agua y otros recursos, y la posibilidad de acceder al mercado. Por lo tanto, el derecho a la alimen- tación requiere que los Estados garanticen políticas sa- lariales y redes de seguridad social que permitan a los ciudadanos acceder a una alimentación adecuada.
Los pequeños agricultores, por regla general, no tienen derechos seguros sobre la tierra, el agua o los recursos naturales; y tampoco se les reconoce el derecho a dis- poner de la información que precisan, ni a disfrutar de la posibilidad de participar en las decisiones políticas y económicas que afectan al uso de los recursos naturales.
























