Internacional-Líbano-Los niños libaneses necesitan soñar para sobrevivir

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Fátima se acomodó como pudo con su familia en un sótano durante cinco días de bombardeo antes de huir de Beirut. Cuando terminó la guerra, la niña de 11 años retornó y encontró su casa convertida casa en escombros. Su familia aún busca una residencia permanente.

La historia que Fátima contó al personal del ACNUR, que monitorea las condiciones de vida de los miles de libaneses que se encuentran todavía desplazados, es también una historia de valor y esperanza. Ella ha sobrevivido y sus aspiraciones no han cedido ante el desplazamiento y la violencia.

“Quiero convertirme en periodista algún día e ir a la TV y contarle a la gente sobre mi país, hacer feliz a la gente y ser una persona de bien”, dijo Fátima. Su lengua nativa es el árabe, también habla inglés y colabora como interprete voluntaria para los trabajadores humanitarios en la escuela que acoge a su familia.

“Estoy realmente impresionado por con su capacidad para comunicarse con otras personas de forma tan madura, y por su sed de conocimiento. Tendrá un futuro brillante si tiene la oportunidad de realizar su sueño” comentó el oficial de campo en la gobernación de Metn.

Los niños libaneses han sido víctimas de la reciente guerra en Líbano de forma particular. Así como muchos han muerto o están heridos, niños como Fátima padecerán heridas sicológicas. Pero su resistencia es evidente cuando se trata de sus sueños y ambiciones.

Cuando la guerra estalló, Fátima y su familia se escondieron durante cinco días en el sótano su casa en Haret Hreik en el sur de los suburbios en Beirut. El vecindario estaba constantemente en la mira del ejército israelí y fue atacado por mar y tierra durante los 33 días del conflicto.

“El primer día en el campamento, no podía dormir a causa del fuerte bombardeo. Temía por mi familia, si ellos morían, ¿qué me sucedería a mí? Estaría sola en el mundo” dijo Fátima.

La madre de Fátima muestra signos de una fuerte depresión – una carga adicional para su hija. El trauma de la guerra todavía le persigue.

“Me acurrucaba junto a mis cuatro hijos en un enorme abrazo de modo que compartiéramos el mismo destino. Si moríamos, iríamos juntos al cielo. Rezábamos juntos en un abrazo. No podia soportar la idea de perder a ninguno de ellos. Somos una familia unida”, nos contó.

Como los bombardeos aumentaban, su familia huyó. “Empezamos a correr y mi madre nos gritaba: “más rápido, más rápido”. Las bombas pueden caer en cualquier momento” dijo Fátima. Esa noche su casa fue alcanzada por un misil.

Fátima ha descubierto su propio mecanismo. “Cuando estoy triste o tengo miedo, escribo en mi diario. Vierto todos mis sentimientos y mis ideas, y entonces me siento totalmente tranquila”.

Escribir siempre ha sido una pasión para Fátima. Ha mantenido el hábito incluso en Kesrouane, el colegio donde su familia se ha refugiado durante las hostilidades. Hasta que hizo nuevos amigos, escribir era lo único que le ayudaba a aguantar las dificultades.

“Vivir en un colegio ha sido una experiencia nueva para mí. He escrito mucho sobre mis sentimientos y pensamientos. Quería recordar estos momentos tan importantes para mí.” señaló la niña.

El pasado 14 de agosto, día del alto al fuego, Fátima y su familia madrugaron. Había llegado el ansiado momento de emprender el camino de vuelta a casa.

“Cuando vimos nuestra casa por primera vez entramos en estado de “shock” aseguró la madre. “Mi marido tuvo que señalarme el lugar donde había estado nuestro hogar. Lo que un día fue nuestra vivienda y el techo que nos protegía se encontraba en ruinas. Al principio estaba incrédula No podía creerle a mi esposo. Era incapaz de reconocer mi propio barrio”, relata la señora.

Fátima tenía miedo de rebuscar entre los escombros, por si encontraba cadáveres o algún miembro humano, como una cabeza o una mano. “No podía reconocer mi propia casa. El cuarto de baño estaba ahora en la cocina y la cocina se encontraba en la sala de estar”, contó la niña.

La familia todavía no se ha reinstalado. Por el momento, viven en un apartamento alquilado en la zona de Choueifat (Beirut). Esperan volver algún día a la única casa que ha conocido Fátima en su vida. Como todavía son las vacaciones de verano, los padres aún no han encontrado un colegio para Fátima y sus hermanos.

Fátima ve la escolarización sólo como un problema temporal. Sus grandes ojos verdes reflejan un espíritu indomable repleto de ambiciones, pero esconden también el miedo de una niña de once años.

“Algún día, cuando me convierta en periodista, advertiré a la gente sobre la naturaleza inhumana de las guerras” asegura y añade: ¿Y si la guerra vuelve a empezar otra vez?”

Fuente: ACNUR