Etiopía: un caso de asociación eficaz

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“El fracaso no es una opción”, reza un letrero que cuelga de una pared sí y otra también en el Hospital de St. Peter de Addis Abeba (Etiopía). Desde el piso superior del centro hospitalario que se asienta en lo alto de una colina, el Dr. Amha Fantaye observa con preocupación cómo los enfermos de tuberculosis ascienden penosamente la larga pendiente que conduce al hospital.

Cada vez llegan más pacientes aquejados de formas farmacorresistentes de tuberculosis. El Dr. Amha dirige el hospital y, aunque atiende a personas diferentes con historias distintas, la conclusión general es la misma: se trata de una enfermedad que amenaza con destruir el tejido social de su país. 

A medida que aparecen temibles nuevas cepas de tuberculosis resistentes a múltiples fármacos, trabajadores sanitarios etíopes como el Dr. Amha se mantienen alerta para detectar los casos nuevos y tratar enérgicamente los existentes. El Hospital de St. Peter es el principal centro de tratamiento contra la tuberculosis del país y el Dr. Amha está decidido a ofrecer tratamiento de calidad a todos los pacientes que acudan al hospital. 

Uno de sus pacientes es el pastor Kassa Asmamaw quien ahora está sentado al borde de la cama que ocupa en el hospital, balanceando débilmente las delgadas piernas. Sobre la mesa blanca desgastada que hay a su lado descansa una columna de libros de rezo. La cruz que sujeta firmemente en una mano fue hasta hace poco una herramienta del ministerio que impartía a sus feligreses de la Holy Savior Church de Addis Abeba.

Habla quedamente pues su voz está debilitada por la enfermedad. Padece una forma multirresistente de tuberculosis, conocida comúnmente por la sigla TB-MR. Sabe que no será nada fácil curarse. La TB-MR es la peor enfermedad que puede contraerse cuando se trabaja, como hombre de Dios, en contacto directo con la gente. Un día notó que empezaba a toser y vio que con el paso del tiempo la tos no desaparecía. Luego le diagnosticaron que padecía tuberculosis y empezó el tratamiento.

Sin embargo, la enfermedad siguió activa provocando un ataque tras otro. Durante tres años siguió tratamiento de manera intermitente y cada vez que creía estar mejor volvía a recaer. Después de ver como fracasaba el tercer tratamiento, perdió la esperanza de llegar a curarse algún día. Incluso para un hombre acostumbrado a predicar la esperanza a sus fieles, la enfermedad era una carga demasiado pesada de sobrellevar. Perdió peso y en su iglesia empezaron a correr rumores de que tenía el VIH. Uno de sus fieles le dijo que se hiciera la prueba para saber si era seropositivo.

“Estaba enfadado y muy afectado, pero decidí hacerme la prueba”, recuerda.

Pero incluso después de dar negativo, sentía que en su cuerpo había algo muy preocupante. De modo que optó por acudir al Hospital St. Peter en busca de atención sanitaria. El hospital, cuyos pabellones de tuberculosis recién renovados se financian mediante una subvención concedida por el Fondo Mundial, es el lugar al que recurren en última instancia los enfermos de tuberculosis de todo el país.

“Cuando llegué no podía siquiera comer alimentos sólidos”, dice el párroco. Miraba a la injera, el pan plano de textura esponjosa típico de Etiopía, y no podía evitar que la boca se le hiciera agua.

Afortunadamente, transcurridas dos semanas de tratamiento, su estado experimentó una mejoría considerable. Aunque le cuesta aceptar la idea de que serán necesarios dos años de tratamiento riguroso para su total recuperación, agradece de corazón la mejora de su salud. “Ahora ya puedo volver a comer injera”, confiesa mientras expresa su esperanza de regresar pronto a su parroquia. Pese a sus deseos, el Dr. Amha no le dará el alta hasta que esté totalmente estabilizado. La administración de atención sanitaria de calidad permite a los pacientes evitar otras infecciones y con ello se reducen las posibilidades de infectar a otras personas.

“No hay mejor lugar que el St. Peter para mostrar cómo contribuye el Fondo Mundial a salvar vidas”, dice el Dr. Amha.

Pero el St. Peter no es una gota en el océano sino un símbolo del compromiso adquirido por Etiopía y también de la solidaridad mundial que ha ayudado a que esta posibilidad se haga realidad. 

Sai Pothapregada, gerente de portafolio del Fondo Mundial para Etiopía, reconoce el liderazgo visionario, la ambición y el enfoque en los resultados mostrados por el país. Para conseguir sus objetivos, Etiopía no ha dejado de presentar propuestas de subvención sólidas y ambiciosas, gracias a lo cual ha obtenido más de US$ 1.300 millones. El Dr. Pothapregada califica de asombrosa la transformación que se ha alcanzado con esta asociación.

En 2010 Etiopía creó un sistema sanitario que combina infraestructuras sólidas con trabajadores sanitarios cualificados y tratamiento de calidad. Montó 15.000 centros de salud y reclutó un ejército de 30.000 trabajadores de divulgación sanitaria. En cinco años, el país consiguió aumentar el número de centros de salud que ofrecen tratamiento antirretroviral pasando de 93 a 743.

Otros logros conseguidos son incluso más espectaculares si cabe: entre 2003 y 2010, el número de centros de salud dotados con servicios de prevención de transmisión maternoinfantil del VIH se incrementó de 30 a más de 1.400; se llegaron a distribuir 40 millones de mosquiteros tratados con insecticida, lo que, junto con la fumigación de interiores con insecticidas de acción residual, permitió proteger de la malaria a más del 70% de la población. Además, durante el mismo periodo, el país consiguió poner bajo tratamiento a todos los enfermos de tuberculosis ordinaria y farmacorresistente, y proporcionó tecnología de última generación para el diagnóstico de la TB-MR y medicamentos de calidad garantizada para tratar el VIH, la tuberculosis y la malaria.

En una visita reciente al Hospital St. Peter, Mark Dybul, Director Ejecutivo del Fondo Mundial, manifestó que Etiopía va a ser probablemente uno de los primeros países donde este tipo de asociaciones fructíferas lograrán controlar completamente el SIDA, la tuberculosis y la malaria.

En su empeño por poner coto a la tuberculosis, Etiopía está sometiendo a pruebas y tratamiento a todos los afectados por la enfermedad. Los pacientes contagiosos son ingresados en el St. Peter y reciben tratamiento en laboratorios de tuberculosis recién equipados. Se hace con sumo cuidado para evitar errores. “No permitiré ninguna equivocación bajo mi mando”, señala con firmeza el Dr. Amha. 

El Hospital St. Peter, otrora residencia del Ministro de Defensa de Etiopía, lugar donde se trazaban los planes para defender al país, es hoy en día el cuartel general donde se conciben y llevan a cabo las mejores operaciones de la lucha contra la tuberculosis en Etiopía.