Desigualdad de género | Niñas y mujeres

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Como una de las tantas niñas que crecen en una pequeña aldea rural en la región occidental de Kenya, Seri Wendoh vio con sus propios ojos cómo eran y se sufrían las realidades de la política de género. Seri y otras niñas recorrían a pie varios kilómetros cada día para ir en busca de agua. Ayudaban en los campos cuando salían de la escuela y realizaban tareas en el hogar antes de sentarse a hacer los deberes escolares. Seri veía cómo sus compañeras de clase, que eran tan inteligentes y trabajadoras como ella, se veían obligadas a abandonar la escuela porque sus padres no podían permitirse seguir pagando su educación o porque tenían que casarse.

A medida que Seri veía lo que pasaba a su alrededor, comprendió que no podía simplemente quedarse sentada y esperar a que las cosas siguieran su curso, tenía que tomar la iniciativa para producir un cambio. Esta toma de conciencia hizo que iniciara un viaje que la llevó a la Federación Internacional de Planificación Familiar, donde ocupa el cargo de asesora técnica en cuestiones de género y derechos.

Seri reconoce que ella y sus hermanos fueron afortunados. Su madre era maestra de escuela y su padre agricultor. Ella pudo ir a la universidad en Nairobi donde obtuvo un título universitario y luego un máster. Más tarde realizó una tesis doctoral en la Universidad de Leeds (Reino Unido), sobre las relaciones entre raza, clase y género. Una vez terminado su doctorado, Seri regresó a Kenya y comenzó a dar clases en la universidad. Pudo llevar a cabo una amplia investigación sobre las relaciones de poder y cómo se expresan en la violencia relacionada con el sexo y el género. Su investigación puso de manifiesto la repercusión que tenían las actitudes negativas respecto del género en el acceso de las mujeres a la salud sexual y reproductiva y los derechos conexos pero también en la participación significativa de los pobres y las personas marginadas.

Seri ha trabajado con organizaciones de mujeres en África tanto a nivel de base como en el ámbito nacional. Observar e informar sobre la violencia basada en el género no fue una tarea fácil, pero pese a todo, afirmó, vio a mujeres que demuestran una fuerza y una resistencia extraordinarias. La experiencia también le enseñó que “para poder alcanzar  la igualdad de género, los hombres y los niños tenían que ser considerados parte de la solución, no solo parte del problema”. Seri continuó explicando que los hombres tienen que ser capaces de acceder a los servicios, tienen que convertirse en compañeros y ser parte de un cambio constructivo.

Seri recordó que el Fondo Mundial ha puesto énfasis en las cuestiones relacionadas con la comunidad, los derechos y el género en su Nuevo Modelo de Financiamiento. En su opinión, es fundamental que las personas sobre el terreno –pero especialmente las mujeres y las niñas– puedan incorporarse y ser parte activa del proceso.

Niñas y mujeres

Para frenar la propagación de enfermedades infecciosas y conseguir una verdadera repercusión, el mundo necesita comprometerse más estrechamente con mujeres como Wilhelmina Amakali. Sentada en una silla de plástico que se esfuerza por encontrar un punto de apoyo en una pendiente de una de las muchas sierras que salpican la capital de Namibia, Windhoek, Wilhelmina nos contó la historia de su vida, de un modo casual, con naturalidad.

Habló de su experiencia cercana a la muerte a causa de la tuberculosis y del duro camino recorrido para vencer la enfermedad; de su hombre, el padre de sus hijos, de la complicada relación que mantenía y de sus múltiples compañeras sexuales. Comenzó a salir con él cuando ella tenía 21 años. Él, con 41, casi le doblaba la edad. Años más tarde ella comenzó a preocuparse por la relación. Concretamente, por sus aventuras con otras mujeres. “En un momento determinado yo sabía que éramos tres mujeres”, dijo. Sin embargo, eso no significaba que pudiera marcharse ya que tenían un hijo en común y otro estaba en camino.

Un número creciente de estudios señala a la desigualdad de género como uno de los principales impulsores del VIH y otras enfermedades infecciosas. En relación al VIH, esos datos epidemiológicos apuntan a los múltiples compañeros sexuales como un factor determinante para la propagación de la enfermedad. En África meridional, la región donde vive Wilhelmina, continúa siendo el epicentro del VIH en el mundo. Uncidas a la tradición y con escasos medios económicos, las mujeres de esta región siguen saliendo o contrayendo matrimonio con hombres mucho mayores que ellas, que tienen simultáneamente múltiples compañeras sexuales y más probabilidades de verse afectados por el VIH.

Como resultado de esta situación, las mujeres se ven afectadas de un modo  desproporcionado por esta enfermedad. En 2013, el ONUSIDA informó de que las mujeres en África meridional y oriental representan el 58% de los adultos que viven con el VIH y el 53% de todas las muertes en adultos causadas por el SIDA. El informe sostuvo que son necesarios cambios sociales y psicosociales sustanciales para contrarrestar los efectos destructivos que provoca la vulnerabilidad de estas mujeres.

No obstante, aunque los expertos advierten de que estas prácticas favorecen la propagación del virus, tratan de no ser demasiado preceptivos.

“No estamos aquí para juzgar, de modo que no le decimos a la gente lo que debe hacer en su vida sexual. Las personas en las redes sexuales deberían ser conscientes de los riesgos que ello implica y actuar en consecuencia”, dijo Ade Fakoya, coordinador sénior de enfermedades para el VIH en el Fondo Mundial. “Hay que abandonar la red o, en la medida de lo posible, tomar medidas para protegerse de quedar expuesto a la infección”.

El Fondo Mundial reconoce la necesidad de contar con enfoques más amplios para dotar a las mujeres de las herramientas que puedan ayudarlas a combatir la propagación de la enfermedad. No se trata solamente del VIH. Existen numerosos factores que también predisponen a mujeres y niñas a contraer tuberculosis y malaria. Las mujeres y las niñas corren un elevado riesgo durante el embarazo ya que la inmunidad a la enfermedad disminuye durante este período. En África meridional, las mujeres con edades comprendidas entre los 15 y los 24 años presentan tasas de tuberculosis dos veces más elevadas que los hombres de la misma edad.

Con la creación de una Estrategia de Igualdad de Género, el Fondo Mundial busca apoyar a las mujeres para que organicen una defensa integral contra las enfermedades. Motoko Seko, asesora técnica sobre género en el Fondo Mundial, explica que la estrategia intenta conseguir que las mujeres intervengan en el diseño y la ejecución de proyectos destinados a abordar los derechos humanos y las necesidades específicas de niñas y mujeres, y orientar a la dirección del Fondo Mundial en cuestiones de género tanto en los programas que financia como en sus propias operaciones internas.

La Estrategia de Igualdad de Género también se dirige a los hombres en situaciones que los exponen de manera desproporcionada a las enfermedades. Por ejemplo, las normas relacionadas con la masculinidad aumentan la vulnerabilidad de los hombres al VIH, fomentando una conducta sexual de alto riesgo y disuadiéndolos de buscar asistencia sanitaria. En África meridional, los hombres que trabajan en las minas están excesivamente afectados por la tuberculosis. En la misma región, los hombres han quedado rezagados por lo que al acceso al tratamiento se refiere. El Fondo Mundial está financiando programas específicamente orientados a estos problemas provocados por las normas existentes relacionadas con el género.

Asimismo, es fundamental concienciar a hombres y niños sobre la importancia de no utilizar la violencia como una manera de resolver los conflictos, afirma Seko. Una de cada tres mujeres a nivel mundial ha experimentado la violencia sexual o física o ambas por parte de los hombres. Las mujeres que han estado expuestas a la violencia de su pareja tienen un 50% más de probabilidades de contraer el VIH que aquellas que no han sufrido esta violencia.

En muchos países, una menor influencia económica y un estado sociocultural más bajo deja a las mujeres y las niñas en una posición de desventaja en sus relaciones con los hombres. En situación de pobreza, el riesgo de infecciones de enfermedades ocupa un lugar inferior en la jerarquía de preocupaciones. Las mujeres en dependencia económica de sus compañeros masculinos están expuestas a la violencia y la agresión sexual, y pierden el control sobre sus vidas sexuales y reproductivas.

En la actualidad, Wilhelmina trabaja como oficial de seguimiento y evaluación para Penduka, una organización no gubernamental que recibe apoyo del Fondo Mundial para su programa de tuberculosis. Penduka lleva a cabo una estrategia inclusiva para mejorar las vidas de las mujeres. El empoderamiento económico es clave para ayudar a que las mujeres combatan las enfermedades, dice Elizabeth Kauna, la Presidenta de la organización.

Además de su departamento de tuberculosis, Penduka tiene unidades de hospitalidad y producción, que obtienen ingresos para una red de mujeres en todo el país. Kauna dice que Penduka se creó como una llamada de alerta para las mujeres que viven al margen de la sociedad y que a menudo son explotadas por sus hombres. “Las estamos ayudando a tener sus propios ingresos”, añade Kauna. “Queremos que sean capaces de alzar sus voces y decir ‘no’ ”.

A su manera, Wilhelmina ha puesto su grano de arena sirviendo a su comunidad, a menudo haciendo frente a muchas adversidades. Se infectó con tuberculosis cuando se ofreció  a atender a una familia que había contraído la enfermedad. Sin recibir ningún pago a cambio, alimentó y limpió a los pacientes haciendo caso omiso de los riesgos de exponerse a la tuberculosis.

E incluso cuando enfermó no pudo decir de qué enfermedad estaba aquejada. Los médicos tardaron en diagnosticarla, hasta que un día sufrió un colapso y la llevaron inconsciente de urgencia al hospital. Fue allí donde los médicos descubrieron que padecía tuberculosis en grado avanzado. Cuando recuperó las fuerzas comenzó a trabajar nuevamente como voluntaria en programas de tuberculosis y obtuvo el estatus de trabajadora de la salud comunitaria principal. Años más tarde ascendió hasta ser la encargada de los datos de 584 pacientes de tuberculosis en Penduka.

Con un trabajo, mayor conocimiento sobre la tuberculosis y la salud pública y una pasión y convicción enormes en la lucha contra las enfermedades, Wilhelmina se encuentra a años luz  de aquella niña tímida que se enamoró del padre de sus hijos hace 14 años.

Hay algo en esta mujer de 35 años –los ojos grandes y brillantes, su cuerpo delgado pero fuerte, la pasión con la que habla del servicio comunitario— que te dice que es una agente del cambio en su país. En diferentes lugares alrededor del mundo, mujeres como Wilhelmina se están volviendo cada vez más independientes. Después de diez años de “compartir a mi hombre con otras mujeres”, y con su empleo como trabajadora de la salud mejorando cada día, Wilhelmina dijo basta. “Hoy él tiene cinco mujeres”, añadió Wilhelmina echando una breve mirada colina arriba. “Pero yo ya no estoy en su lista de mujeres. Lo abandoné”.