Unos océanos sanos, un planeta sano

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En el Día Mundial de los Océanos, Ecologistas en Acción aprovecha para hacer un chequeo a su salud. ¿Cómo influye el cambio climático en el corazón de nuestro planeta? ¿Es cierto que no hay peces para tantas redes? ¿Qué podemos hacer para evitar los impactos de nuestras basuras?

No se puede hablar de la salud de los océanos sin considerar que multitud de diferentes impactos provocados por las actividades humanas actúan de forma acumulativa, impidiendo la conservación de sus valores naturales.

Los océanos, el mayor pulmón regulador del planeta, son los principales sumideros del CO2 que emitimos a la atmósfera. Al incrementarse la cantidad de CO2 en el aire, éste es absorbido por el mar con mayor facilidad, produciéndose su acidificación y provocando dificultades a los organismos que precisan de carbonato cálcico para fabricar sus conchas.

Ya se habla de zonas muertas en los océanos en las que, en la época estival, el oxígeno disuelto disminuye a valores en los que la vida no es sostenible. El aumento de la temperatura oceánica acelera el metabolismo de los organismos y su demanda de oxígeno. Además, un aporte excesivo de nutrientes puede generar excesivos crecimientos de algas y cianobacterias que causan también una disminución del oxígeno del agua.

Otro grave impacto es el de la basura. En 2015 se produjeron 280 millones de toneladas de plástico de las cuales 8 millones fueron a parar al océano. Tenemos medio millón de piezas de plástico por km2, una creciente sopa de plástico que casi alcanza la superficie de Rusia y, al menos, el 17% de las especies afectadas están catalogadas como vulnerables, amenazadas o en peligro de extinción en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Para agravar la situación, la ingestión de microplásticos (partículas derivadas de la fragmentación de los anteriores) genera también una transferencia de tóxicos a los organismos que los ingieren cuyas consecuencias en la cadena alimentaria están aún por determinar.

Pero, añadido a la degradación paulatina de la calidad ambiental del ecosistema marino, la utilización de sus recursos biológicos llega también a extremos insostenibles. Según datos de la Comisión Europea, el 48% de las poblaciones con interés comercial de las que se disponen de datos en el Atlántico se encuentran sobreexplotadas, llegando al 93 % para las poblaciones evaluadas del Mediterráneo.

¿Qué podemos hacer para revertir esta situación?


Demandar una apuesta real contra el cambio climático a nivel político e institucional y comprometerse, de forma cotidiana, con la lucha para revertir esta situación, disminuyendo, por ejemplo, nuestro consumo energético.

Debemos desenganchar a nuestra sociedad consumista del plástico. En el Informe “Desengancharse del plástico” de Ecologistas en Acción, se exponen ideas sencillas para reducir las basuras marinas, a complementar con una seria apuesta política, por los beneficios ambientales de un sistema de devolución de envases y un riguroso control de los residuos industriales.

Debemos también ponerle freno a la sobreexplotación de los recursos pesqueros. La gestión integrada de pesquerías basada en el mejor conocimiento científico disponible, el aumento de selectividad de los artes o el establecimiento de límites de captura de acuerdo con las recomendaciones científicas son, entre otras, medidas que pueden garantizar la sostenibilidad ambiental de la actividad pesquera y, en consecuencia, la sostenibilidad socioeconómica del sector. Además, debemos fomentar las buenas prácticas de consumo de productos del mar, de temporada y procedentes de artes de pesca de bajo impacto que faenen zonas cercanas.